Uno de los ejemplos más poderosos, más luminosos, de cómo recuperar un patrimonio propio, olvidado durante demasiado tiempo en una franja de territorio entre La Saïdia y Campanar. El viejo taller de Carlos Gens que, con el paso del tiempo, evolucionó en factoría de bombas hidráulicas. Un proyecto industrial que, desde su origen, apostó por la sensibilidad y el gusto por el espacio. Gens y su socio, Rafael Dalli, fueron a buscar a Cayetano Borso di Carminati, un arquitecto con una visión privilegiada que estableció las coordenadas de cómo debía ser un edificio industrial en la periferia de la ciudad, integrando la funcionalidad de los trabajadores a un discurso estético relevante.
El declive de las manufacturas conllevó, como consecuencia, la muerte del edificio. Una larga agonía hasta que en 2014, el incendio de parte de las instalaciones encendió una luz: la Fundació Per Amor a l’Art adquirió el edificio y lo rehabilitó como espacio museístico, como centro de la propia fundación, dotándole de áreas significativas como la que acoge al restaurante Ricard Camarena.
El trabajo de recuperación estuvo comandado por el estudio de Ramón Esteve (con Eduardo de Miguel como arquitecto de la rehabilitación y Annabelle Selldorf como arquitecta museística), poniendo de relieve la esencia histórica del conjunto. Un centro de arte de primer nivel que sirve, también, para interpretar el pasado de los márgenes de la ciudad.
Ahora su uso ha evolucionado hasta convertirse en centro de artes digitales, albergando exposiciones inmersivas y difundiendo cultura digital.